Cómo vendimos una empresa de 2 empleados en cerca de 1 millón de dólares — Parte 3

Cómo vendimos una empresa de 2 empleados en cerca de 1 millón de dólares — Parte 3

Esta es la tercera parte y final de la serie en que te cuento lo más directamente posible cómo fue todo, la parte 1 está aquí y la parte 2 acá, te recomiendo partir por ahí!

Como te iba contando, seguíamos resistiendo en QueHambre.cl, nuestra página para pedir comida a domicilio, con dos empleados que hacían de todo. Habían varias otras páginas que hacían lo mismo, pero nuestros usuarios nos querían un montón, probablemente gracias a que nos tomábamos en serio el soporte y cuando la cagábamos simplemente pedíamos perdón sin excusas.

Si bien lográbamos facturar cerca de 3 palos mensuales, al final costaba que llegara la plata a la cuenta, porque eran muchos restaurantes y cada uno nos debía unas pocas lucas. Habíamos rechazado la oferta ridícula de Rocket Internet, la oferta pobre de Alex, y estábamos en una conversación muy inicial con el colombiano, José, de ClickDelivery, para “hacer algo juntos”. Le preocupaba que el mercado chileno fuera muy chico.

En junio de 2014, nos contactó Ariel de PedidosYa. Jaime y yo hablamos con Ariel por Skype y nos dijo, sin mucho preámbulo, que quería hacernos una oferta por el negocio de QueHambre. Así no más. Ariel se notaba un buen tipo, sin rodeos, todo lo contrario a los de Rocket, Ariel era directo y buena persona. Me pidió que le mandáramos algunos datos de los pedidos. Estábamos felices pero algo incrédulos. Nueva llamada y nos dice que está dispuesto a pagar USD 500.000 pero ni un peso más. La gracia, según él, era que salíamos “limpios” sin necesidad de seguir empujando la empresa ni nada. Nos alegramos un montón de por fin tener a alguien dispuesto a darnos un buen precio. Entonces me salió desde adentro el negociador que no conocía hasta entonces: le dije que me parecía baja la oferta, que muchas gracias pero no gracias. En realidad no teníamos idea que alguien podía estar realmente dispuesto a pagar eso y así, al contado, pero claramente no podíamos decir que sí antes de pensarlo muy bien, y si decíamos que no, por último igual podíamos decir después que bueno ya.

Cuando le contamos a José el colombiano que habíamos recibido una oferta, nos dijo nervioso en su fantástico acento de Bogotá “oigame, espéreme usted ahí, que ya me voy yo para allá”, era viernes, se tomó un vuelo el domingo y llegó con su socio a compartir un asado con nosotros el lunes. Su apuro mostraba mucho interés y nos entusiasmamos. Durante el asado casi no hablamos de negocios, jugaba Chile contra Holanda en el mundial y medio nerviosos vimos cómo perdía Chile todos juntos en la oficina. Durante el partido José nos repetía cada tanto “bueeeno, dígame cuánto le ofreció PedidosYa, ya, digameeeee” nosotros nos reíamos y nos negábamos a decirle, hasta que luego de mandar unos whatsapps nos dice “ya está, les ofrecieron 500”. Quedamos impresionados, ¿Cómo podría haber averiguado eso?

En la noche fuimos con Jaime y los dos colombianos al Baco. Elegimos el Baco porque es un restaurante buenísimo, atienden muy bien, la comida es rica y siempre está todo impecable. Además, el comprador invita! Jaja. Ahí conversando llegamos a que ellos querían comprar QueHambre pero querían también que nos quedáramos trabajando para lograr ciertas metas. Todo parecía marchar relativamente bien, iban a superar levemente la oferta de PedidosYa, pero no nos convencía mucho la idea, sobre todo porque además de no ser mucha plata, José pretendía que siguiéramos empujando el negocio y nosotros (tal vez sobretodo yo) preferíamos venderlo y dedicarnos a otra cosa.

Cuando José ya estaba de vuelta en Colombia, y afinábamos el plan con ellos, sorpresa, recibí un contacto por Linkedin de un tal Spyro, de Rocket Internet. Me dijo que estaba al tanto de la oferta (mugrienta) que habíamos recibido hace 1 año de parte de ellos, que sabían que no había sido honesta pero que esta vez iban en serio. Coordinamos una reunión en las oficinas de HelloFood, donde tuvimos un Skype con un español de Rocket, que nos dijo que querían comprar QueHambre y que le enviáramos datos del número de pedidos mensuales. Le dijimos que no nos había gustado la actitud de Rocket la vez anterior, en que parecían jugando con nosotros, y que solo estábamos dispuestos a conversar si nos prometían seriedad. Así, choros.

No lo podíamos creer, la verdad es que nunca nos imaginamos que tendríamos una oportunidad así: tener tres empresas ofertando comprarnos al mismo tiempo era nuestro sueño hecho realidad. Venderle a Rocket nos generaba mucha duda, porque eran y siguen siendo conocidos por ser un mono con metralleta a la hora de hacer negocios. Ya habíamos escuchado los cuentos que demostraban que muchos escrúpulos no tenían. Por ejemplo que, cuando necesitaban un community manager, eran capaces de armar un equipo de 10 periodistas para despedir a 9 el mes siguiente y así quedarse con el mejor (muerto de susto, claro). O que luego de invertir más de 2000 millones en un negocio multinacional, podían en una conversa de fin de semana decidir cerrar todas las oficinas en el mundo y el lunes recibirían a los empleados con sus cosas en cajas.

Llamamos a Pedro, nuestro inversionista ángel, y le expliqué lo que estaba pasando. Pedro con mucha sabiduría nos empujó a decirles un número tremendo. Es bastante obvio que conviene hacerlo así, pero uno en esas ocasiones como que no se atreve a decir números tremendos. No sé por qué.

Luego de un tira y afloja intenso, llamados por Skype, mucho bluff y cara de poker, llegamos a un acuerdo en el precio y la forma de pago. Nos pagarían algo así como USD 750k más otro monto similar si lográbamos ciertas metas que en realidad eran imposibles.

Llamamos entonces otra vez a nuestro querido Colombiano, José Calderón y le preguntamos si estaba dispuesto a subir su oferta. Después de pensarlo, o fingir pensarlo, dijo que hasta ahí no más llegaba. Entonces, firmamos la carta de exclusividad con Rocket, que indicaba que, por un cierto plazo, sólo negociaríamos con ellos y no volveríamos a contactar a otros interesados. Confiábamos mucho más en José, pero la oferta de Rocket era claramente más atractiva y no exigía quedarnos trabajando adentro.

Entonces empezó la locura, llegaron a nuestra oficina, que era una pieza en una casita con la alfombra bastante gastada y las paredes más bien sucias, unos abogados de Claro y Cia. con corbatas elegantes y zapatos lustrados, junto con otros señores muy enchaquetados de Price Water House Coopers. Uno de los abogados de Claro era justo un amigo del colegio, Alfonso Ugarte, un tipo muy simpático y que fue presidente del centro de alumnos justo después de mi. Venían a hacer un “due dilligence” de QueHambre, a nombre de Rocket Internet. Nos hicieron muchas preguntas, algunas un poco fuera de lugar para el tamaño de nuestra empresa. “Deme la planilla de empleados” — y yo “No quieren verlos en persona mejor? Dani! Hernan! Vengan porfa?!” — “Ahora deme el listado de activos de la empresa” — “Eh.. atrás creo que hay un monitor viejo…” — y un montón de preguntas que nos hacían reír porque claramente ellos no estaban muy acostumbrados a hacer procesos de compra por empresas en que su valor estuviera tan “en la nube” y tan poco en el mundo físico, y porque para nosotros este proceso era totalmente nuevo.

Por esos días apareció en nuestra oficina Alejandro Ponce, un español barbón, introvertido y flaco que trabajaba en Rocket Internet. Alejandro era un tipo alternativo, su casa era su maleta (que dejó en una esquina de la oficina cuando llegó), vivía en hoteles y viajaba por el mundo. Fuimos al Starbucks, se pidió un té verde venti y hablamos de QueHambre. Él sí entendía mucho más lo que estaban comprando, le dimos acceso a nuestro Google Analytics, miró lo bien que estábamos rankeados en Google, se quedó en la oficina calculando algunas cosas y al terminar la tarde se fue. En general con Alejandro se generó bastante buena onda y ayudó a que disminuyeran nuestras dudas con respecto a la idea de hacer negocios con Rocket.

Recién a estas alturas nos convencimos que Rocket hablaba en serio. No podían estar bluffeando o tonteando si estaban dispuestos a pagar todo lo que cobra Claro y Cia. y Price Water House, pasajes y hotel para Alejandro, etc.

Decidimos que necesitábamos contratar nuestro propio “bufete de abogados”. Claramente no íbamos a ir donde Carey, pero tampoco queríamos un abogado freelance. En nuestro tour por el “mall de los abogados”, o sea, El Golf, nos llevamos la sorpresa de que nuestros amigos los abogados tienen una oficinas realmente impresionantes, aunque sus tarifas son aún más impresionantes. Entre las oficinas que visitamos estuvo Zegers, que atendió a los Clandescuento en su venta a Groupon. Finalmente, llegamos a la oficina de Barros, Silva, Varela & Vigil con quienes llegamos a un acuerdo muy caro. Tal vez por falta de experiencia, o tal vez, por la emoción de estar vendiendo una empresa, acordamos un pago por hora de 3.5UF (lo cual increíblemente es considerado por los abogados como algo “barato”.)

Las semanas pasaron, los de Claro nos pedían cientos de papeles y tuvimos que invertir mucho tiempo armando reportes en Excel, discutiendo con nuestro abogado (a luca y media por minuto) y respondiendo dudas de la gente de PwC y Claro. Cada cierto tiempo nos juntábamos a revisar el contrato de compraventa, que además de ser eterno, estaba escrito en dos columnas, español e inglés. Nuestro abogado, Jorge Vigil, además de cobrar caro, mostró ser super buen abogado, hablaba inglés perfecto y nos ayudó un montón, aprendimos muchos conceptos clave a la hora de vender una empresa.

Se acercaba el 18 de septiembre y estábamos con casi todo listo. Ya habíamos discutido y eliminado la mayoría de las diferencias con Rocket. El contrato, larguísimo, estaba escrito y listo para firmar. Iba en el auto cuando me llamó Alejandro el español — “Tío, espero que estés bien, mira, nada más te quiero comentar que, bueno, me he enterado de que tenéis fiestas el 18 y bueno, pues nada, que es mejor si esperamos ya al lunes a la vuelta, que les hacemos el traspaso del dinero entonces y ya. Los bancos se demoran montones, pero en fin, ya está, firmamos el lunes y el dinero les estaría llegando digamos el miércoles o algo. ¿Te parece?” y yo, que estaba con los latidos a mil manejando mi autito, “Vale, perfecto, el lunes, el lunes firmamos y transfieren, perfecto.” cuelgo y “Bien mierdaaa!!!”

El lunes, al llegar a Santiago de vuelta de la playa, estaba ansioso por que se concretara el negocio. No pasó nada. Martes, nada. No me contactaron en toda la semana. Me di cuenta que se me había generado una especie de hábito, en que revisaba el celular apenas despertaba, esperando encontrarme con alguna novedad. Así habían sido los últimos 2 meses, porque los de Rocket estaban en otra zona horaria y las novedades llegaban aquí de noche. Cada día me levantaba con la esperanza de ver novedades, y cada día me frustraba al ver que no había nada. En general soy super optimista, pero luego de algunas semanas de esta tortura mañanera, se me empezó a notar la depresión.

Mandé algunos emails a Spyro de Rocket, preguntándole cómo seguíamos, que qué les faltaba. Me decía que estaba ocupado. Que estaban destinando mucho tiempo al IPO de Rocket (se abrió a la bolsa justo en ese tiempo).

Pensaba que luego de todos estos meses intensos y de dejar de lado Platanus, dedicando todo mi esfuerzo en que el proceso de venta resultara bien, todo estaba terminando de la peor forma posible, con una incertidumbre gigante y con un pésimo augurio. No teníamos respuesta, no sabíamos qué hacer, lo más probable era que todo hubiera terminado ahí. En algún momento, Spyro, me comentó por Skype “trust me, your company will be sold” lo cual me volvió a dar unas esperanzas raras, pero luego me acordé de con quién estaba tratando y pensé que lo que querían era tenernos ahí pendientes.

Le comentamos al colombiano lo que estaba pasando, que Rocket nos tenía en un hilo, que no parecía que se fuera a concretar nada. José comentó que le parecía una lástima lo que había hecho Rocket, pero no habló mucho más del tema. En la conversación nos contó lo que antes no había podido explicar: que ellos (la empresa colombiana) habían sido comprados por DeliveryHero, una empresa alemana, y que a PedidosYa también lo habían comprado estos alemanes, y por eso era que él había podido averiguar por Whatsapp cuánto nos había ofrecido PedidosYa.

Empezamos a sentir que la oportunidad se había evaporado. Tal vez no era el minuto. Nos tocaba seguir trabajando y empujando QueHambre. Pedro, el inversionista, nos sugería pensar que tal vez convenía seguir. Empezamos a pensar que tal vez era eso lo que teníamos que hacer, seguir adelante y olvidar la venta. Tenía sentimientos encontrados: por un lado me entusiasmaba la idea de volver a enfocarnos, de seguir empujando con la ilusión de hacer crecer el negocio, pero también es verdad que a estas alturas odiaba cualquier problema remotamente relacionado a la comida a domicilio, ni siquiera yo mismo pedía comida a domicilio.

La incertidumbre me mataba. No queríamos parecer desesperados, pero ya unas 5 o 6 semanas después del maldito lunes, decidí llamar al español por Skype hasta que me contestara. Cuando me contestó Alejandro, fui muy pesado y le dije que me parecía que no había actuado bien como persona. Le dije que no era humano dejarnos así en nada, sin siquiera decirnos lo que había pasado. Entonces me dijo “Agustín, hombre, es que tienes toda la razón, te pido mil disculpas, y es que no te había podido decir nada, estábamos en medio de algo, pero no te puedo explicar. El tema es que el board ha decidido no compraros, es todo lo que puedo decirte.”.

Al menos la incertidumbre terminó. Ok, el tema ya no iba.

Algunas semanas después, recibí otra llamada de Alejandro, el español de Rocket. “Hombre, Agustín, ahora sí que puedo decirte lo que no podía decir antes…. y nada, tío, es que nosotros hemos vendido nuestro negocio a Delivery Hero, ¿sabes?, es una empresa alemana muy grande, que ha comprado también a PedidosYa y ClickDelivery de colombia.” — “Ah, mira tu”

“Y, bueno, claro que buscan comprar QueHambre también.”

Qué locura, pensaba yo. Entonces todo esto se resumía en que DeliveryHero, la empresa alemana, había salido de compras y decidió ni más ni menos que comprárselo todo.

El contacto designado por DeliveryHero para comprar QueHambre era el propio PedidosYa. Al rato nos volvió a escribir Ariel, de PedidosYa. Nos explicó lo que ya sabíamos, que ahora DeliveryHero había invertido en ellos y tenían la plata suficiente como para encontrar un precio justo. Nosotros pensamos que DeliveryHero probablemente les había dicho a los de PedidosYa que nos compraran sí o sí, y que no les importaba mucho unos cuántos dólares más o menos. Con esta idea en la cabeza, pudimos negociar relativamente bien. Por otro lado, con todo lo que había pasado, a veces nos imaginábamos verdaderas ganas de seguir haciendo crecer QueHambre y eso ayudaba en la negociación.

Rápidamente acordamos que nos pagarían USD$900.000.

Luego de un par de conversaciones vía Skype con Ariel y un abogado argentino, llegamos a un acuerdo de contrato de compra venta. Fue infinitamente más fácil y barato que el intento anterior, nadie nos visitó físicamente, no tuvimos largas reuniones ni gastamos demasiado en abogados, solo un par de emails y conversaciones directas y francas entre emprendedores. Voy a insistir con esto: los PedidosYa, Ariel, Ruben y los otros, son todos unos caballeros, personas muy razonables y humanas. De verdad espero que lleguen muy lejos con su negocio.

Cuando llegó la transferencia fue menos emocionante de lo que uno se imagina, por un rato son sólo números en una pantalla. Lo que sí es genial es la sensación de que todo terminó bien, el relajo de pensar que ya fue. Cerramos un ciclo, hicimos un buen negocio. Se evaporó toda idea de seguir con este negocio. Firmamos un acuerdo de no competir. Siendo sincero, me puso contento poder alejarme completamente del mundo de los restaurantes y la comida a domicilio, que nunca me gustó demasiado.

Decidimos no comprarnos un Ferrari cada uno, Baixas no se alargaría las orejas como un duende y yo no tendría mi piscina de frambuesas. Decidimos invertirlo todo de vuelta en nuestra empresa, para dedicarnos a lo que más nos gusta: la creación de nuevos negocios online. Hoy día me dedico 100% a Platan.us, donde nos asociamos con expertos y ayudamos a darle vida a sus emprendimientos, buscamos inversión juntos, nuestro equipo de 10 programadores hace el desarrollo y yo intento entregar mis conocimientos en marketing digital para lograr que sean un éxito. Actualmente puedes ver dos proyectos en vivo que son empujados por Platanus: SurBTC.com y Fintual.cl

FIN!